Paz interior

07.05.2012 08:43

Desde el punto de vista de la mujer "Peregrina de la Paz"

    Hubo una mujer que en 1953 comenzó su recorrido por el mundo, caminando sin detenerse, sólo para llevar el mensaje de paz a las naciones. Su manera de sentirse plena y tranquila nos lo describe a través de una plática que tuvo en una radioemisora de Los Ángeles. A continuación sólo pondré unos párrafos de esa plática, léanlos con atención:

 

Al observar el mundo, en tan gran parte reducido a la pobreza, me sentía más y más intranquila por tener tanto mientras mis hermanos y hermanas padecían hambre. Yo tenía que llegar a encontrar otro camino. La crisis llegó cuando, desesperada y tras profunda búsqueda de un modo de vida significativo, caminé toda una noche por una arboleda. Llegué a un claro iluminado por la luna y oré. Me sentí decidida completamente, sin reserva alguna, a dar mi vida -- a dedicar mi vida -- a servir. `¡Usame, te lo ruego!' imploré a Dios. Y una sensación de gran paz me sobrevino. Puedo decirte que esto es un punto sin retroceso. Después de ello, nunca podrás volver a una vida sólo centrada en ti mismo.

Y así pasé a la segunda fase de mi vida. Comencé a vivir para dar todo lo que pudiera en vez de recibir todo lo que pudiera, y entré a un mundo nuevo y maravilloso. Mi vida comenzó a tener sentido. Recibí la gran bendición de una buena salud; no he tenido un resfriado ni un dolor de cabeza desde entonces (la mayoría de las enfermedades son inducidas psíquicamente). Desde entonces he comprendido que mi misión de por vida sería el trabajo en pro de la paz; que abarcaría toda la problemática de la paz: paz entre naciones, paz entre grupos, paz entre individuos, y la muy, muy importante paz interior. Sin embargo, existe una gran diferencia entre el estar dispuesto a entregar tu vida y el realizar esa entrega en la práctica, y para mí hubo entre ambos quince años de preparación y búsqueda interior.

En esta época conocí eso que los psicólogos llaman el Ego y la Conciencia. Empecé a comprender que es como si tuviésemos dos yoes, o dos naturalezas, o dos voluntades con enfoques distintos. Debido a que esos dos enfoques eran tan diferentes, sentí una lucha en mi vida, durante este período, entre los dos yoes con los dos enfoques. Así es que tuve altibajos, muchos altibajos. Entonces, en plena lucha, me ocurrió una experiencia extraordinaria, y por primera vez supe cómo era la paz interior. Sentí una unidad, unidad con todos mis semejantes, los seres humanos, unidad con toda la creación. Desde entonces nunca me he sentido realmente aislada. Podía regresar una y otra vez a esta excelsa cumbre y, además, podía quedarme ahí por períodos cada vez más prolongados y sólo ausentarme una que otra vez. Finalmente llegó una maravillosa mañana cuando desperté sabiendo que jamás tendría que descender de nuevo. Supe que para mí la lucha había terminado, que finalmente había logrado entregar mi vida, o sea, encontrar paz interior. Nuevamente éste es un punto del cual no se regresa. No se puede ya volver a la lucha. La lucha ya ha terminado porque tú deseas hacer lo correcto, sin necesidad de ser presionado.

Sin embargo, el progreso no termina allí. Un gran avance ha habido en esta tercera fase de mi vida, pero es como si la figura central del rompecabezas de tu vida estuviera completa, clara e invariable, pero que por los bordes otras piezas siguiesen encajando. Siempre hay un borde creciente, pero el progreso es armonioso. Existe la sensación de estar siempre rodeado por todas las cosas buenas, tales como el amor, la paz y la alegría. Es como si te rodease una atmósfera protectora; y dentro de ti aparece algo inconmovible, que te hace pasar a través de cualquier situación que necesites enfrentar.

El mundo puede observarte y creer que arrostras grandes problemas, pero siempre estarán los recursos internos para vencer fácilmente esas dificultades. Nada parece difícil; hay en ti calma y serenidad y una falta de prisa; no más afán ni ansiedad por nada. La vida es plena, la vida es dichosa; pero la vida nunca más estará sobrecargada. Eso es algo muy importante que he aprendido: si tu vida está en armonía con tu labor en el Esquema de la Vida, y si eres obediente a las leyes que gobiernan este universo, entonces tu vida será plena y dichosa, pero no sobrecargada. Si es sobrecargada, es que estás haciendo más de lo que es correcto que hagas, más de lo que te toca hacer en el cuadro total de las cosas.

Ahora se vive para dar, en vez de para recibir. En la medida en que te concentras en dar, descubres que así como no puedes recibir nada sin dar, tampoco puedes dar sin recibir, incluso las cosas más maravillosas tales como la salud y la felicidad y la paz interior. Da la sensación de una energía inagotable, que simplemente nunca se acaba; pareciera ser tan sin límites como el aire. Es como si estuvieras conectado a la fuente de energía universal.

Ahora posees el control de tu vida. ¿Sabes? el ego nunca más tiene el control. El ego está controlado por deseos de comodidad por parte del cuerpo, por exigencias de la mente y por explosiones de las emociones. Pero tu naturaleza superior controla al cuerpo, a la mente y las emociones. Puedo ordenarle a mi cuerpo: "Echate en ese piso de cemento y duerme" y lo hace; puedo decirle a mi mente: "Olvida todo lo demás y concéntrate en el trabajo que tienes ante ti" y ella obedece; puedo decirle a mis emociones: "Cálmense, aún frente a esta situación terrible", y ellas se calman. Es un modo diferente de vivir. El filósofo Thoreau escribió: "Si un hombre no marcha al compás de sus compañeros, tal vez está oyendo el ritmo de otro compás". Y ahora estás siguiendo el ritmo de un compás distinto: la naturaleza superior y no la naturaleza inferior.

 "Si un hombre no marcha al compás de sus compañeros, tal vez está oyendo el ritmo de otro compás".