Los abuelos

24.06.2011 19:12

Por Sarahi Fuster

Me da tristeza cuando escucho decir a la gente “espero no llegar a viejito”. ¿Cómo pueden decir eso? La vejez es una etapa de la vida tan hermosa y enriquecedora como todas.

Hoy en la mañana, me desperté muy feliz y dándole gracias a Dios por dejar que mi abuelita cumpliera un año más. Cuando la miro al rostro, veo cada centímetro de arrugas que tiene y sólo puedo pensar en qué tantas cosas ha vivido, visto, escuchado, sentido…En las noches siempre, antes de dormirse, va a mi cama para darme un beso y decirme que todo saldrá bien, que descanse. Luego de que hace eso, se sienta en la cama, agarra su biblia y comienza a orarle a Dios. A veces, para quedarme dormida, me gusta escuchar sus oraciones, siempre preocupada pidiéndole a Dios que nos haga fuertes y que siempre nos cuide de todo mal…

¿Por qué son tan especiales los abuelos y en general la gente grande? Porque han vivido un montonal de experiencias, tienen tantas historias que contar que jamás terminarían. La gente grande tiene ganas de mostrarle al mundo todo lo que aprendieron, ellos ya no tienen ganas de aprender más, sólo quieren enseñar sus conocimientos. Hay jóvenes que se desesperan de estar con una persona grande, de convivir con ella y no se dan cuenta de que son personas tan especiales y que tienen respuestas para todo. A veces cuando me siento al lado de mi abuelita, en cinco minutos puede contar tantas cosas que me impresiona, es como una enciclopedia abierta.

Cuando toco las manos de mi abuelita, se sienten rasposas y rígidas por todo lo que trabajó cuando era joven, pero cuando sus manos me acarician la cara, son tan tiernas y consoladoras que olvido su aspereza. Los viejitos son los únicos que siempre serán atentos porque aún se quieren sentir útiles, aunque sepan que dar un paso ya es como correr un kilómetro.

Ellos piensan que ya no sirven ni hacen nada, pero no se dan cuenta de que cada paso que dan, cada esfuerzo que hacen por oír, cada esfuerzo que hacen por recordar los sigue haciendo luchar por la vida.

Algún día, si Dios quiere, llegaré a vieja y muy seguramente sentiré lo mismo que mi abuela: la gran bendición de haber vivido tanto…