Las dos flechas
Por Sarahi Fuster
Hay un letrero en la nada que indica dos caminos. Observo las dos flechas, son iguales con la única diferencia de que una va hacia la izquierda mientras que la otra va hacia la derecha. ¿Acaso no hay otra pista? En el escenario sólo estaba yo y las dos flechas, no había nada más, ¿qué debía hacer? Mi mente, cansada de observar las dos flechas, comenzó a divagar. Tal vez la flecha derecha me lleva a un sitio hermoso, con flores, aves, paz, amor, felicidad. No, tal vez la flecha izquierda me lleva a la verdad y con eso lo solucionaría todo. Aún no lo sé, ¿por qué hay dos flechas y no sólo una? esto de elegir es un poco complicado. Si elijo una pierdo lo que tiene la otra, pero si elijo la otra pierdo lo que tiene la una. Quizá deba quedarme aquí sentada y no elegir ninguna, eso me evitaría desilusiones. Aunque si me quedo aquí sentada, quizá no pase nada, además aquí no hay nada más que dos flechas. ¿Qué haré?, ojalá hubiera alguna forma de saber el futuro, aunque la incertidumbre no existiría y sin incertidumbre es posible que no existiera la motivación. Quisiera ser feliz, pero también quiero saber la verdad de todas las cosas. Pensemos…verdad o felicidad, verdad o felicidad, esto es en realidad un dilema. Creo que la felicidad me haría muy dichosa y libre, ¡sí, éso! Ya sé, caminaré por la flecha derecha. Bueno, pero, no lo sé…no estoy segura…
Antes de poner un pié por el camino derecho, una luz blanca e intensa me tiró al suelo, provenía de la nada esa luz, era tan fuerte y brillante que no me pude levantar, así que no llegué al camino derecho. Cuando abrí los ojos a mi lado yacía sentada otra "yo", vestida de blanco, observándome. Me levanté y me dirigí hacia ella con gran duda.
-¿Por qué eres igual a mí?-, le pregunté.
-porque tú me creaste-
-pero mmm, ¿cuándo?-
-cuando creaste las historias de los dos caminos-
-no entiendo-
-yo soy quien va a ir por la flecha contraria a la que sea que tú elijas-
-o sea que ¿eres hipotética?-
-mmm sí algo así. Te digo algo, yo me iría directo por la izquierda-
-¡ya ves!, ya decía yo que esa era la buena. Oye, pero sabría la verdad sin felicidad ni amor-
-bueno, entonces, la mejor opción es la derecha-
-¡Espera! me estás confundiendo más-
-¿Yo? ¿en serio? a bueno, entonces por la izquierda, o ¿por las dos?-
-mejor ya no hables y déjame pensar, tal vez lo mejor sea tomar los dos caminos-
-oye, pero si haces eso yo desaparecería-
-je, je, je sí, así me dejarías pensar al menos- dije con sonrisa traviesa.
-está bien- respondió mi otra “yo” resignada de mis conclusiones confusas. Las dos nos quedamos en silencio un momento hasta que, sorprendida, me di cuenta de que ya no estaban las dos flechas.
-por cierto, ya no veo las flechas, ¿dónde estamos? ya ves, por tu culpa ya no iremos a ningún lado ¿qué voy a hacer?-
-¿por mi culpa?-
-sí, por tu culpa, tú apareciste de la nada-
-¿de la nada? no, no lo creo-
-¡entonces! ¿cómo llegamos aquí?-
-pues tú lo sabes bien, tú mejor que nadie lo sabe-
Una luz cálida nos invadió con completa paz, fue entonces cuando desperté. Las sábanas de mi cama estaban tiradas en el suelo. La luz del sol iluminaba cálidamente los muebles de mi cuarto. Todo había sido un sueño, me miré al espejo y al verme me di cuenta de la respuesta al dilema. Yo había creado esos dos caminos, ese escenario, a mi otra "yo". La elección solamente yo la sabía, aunque el futuro siempre fuera incierto. Esa mañana descubrí que todo lo que pasaba en mi vida, junto con las elecciones que tomaba, así como los resultados que obtenía de ellas, todo eso era creado por mí misma. ¡Qué verdad tan sorprendente!, ¡qué felicidad tan grata! y ¡cuánto amor sentía hacia las cosas que yo misma había creado!