La niña del vestido rojo y Tlaloc

03.08.2011 11:42

 

La niña del vestido rojo y Tlaloc

Por Sarahi Fuster

 

    En el restaurante Tlaloc que está en la calle de Misterios, por la avenida Calzada de Guadalupe, hay un mural en su interior, en el que aparecen dos niños, un maestro, Tlaloc y un indígena. Dicho mural fue pintado por un conocido socialista, que ha hecho varios movimientos socialistas en distintas facultades de la Universidad Autónoma de México, y que se llama Mario Falcón.

    El domingo pasado, íbamos saliendo de un centro comercial conocido de la zona, cuando a mi mamá se le ocurrió detenerse en la calle de Misterios para ver el restaurante. Mi abuelita y yo ya estábamos muy cansadas y mi estómago pedía a gritos comida, pero mi mamá se empeñó en que fuéramos. Luego de que encontró un lugar cercano para estacionar el coche, nos bajamos. Antes de llegar al restaurante, pasamos al lado de una casa que tenía unas flores anaranjadas, hermosas, y como me llamaron la atención, nos detuvimos a verlas…

    El restaurante Tlaloc fue construido hace aproximadamente más de cincuenta años y albergó a parte de la socialité de la época. Cuando era pequeña tuve la oportunidad de entrar al majestuoso lugar, había mesas grandes y nuevas, meseros elegantes por todos lados, comida culinaria mexicana y sobretodo gente adinerada platicando por aquí y por allá. Lo que hacía ese lugar tan especial eran sus murales y la enorme águila pintada en el techo. Por desgracia, el restaurante quebró y quedó como un elefante blanco más de la ciudad.

    Durante varios años tuvimos la tradición de ir a visitar el lugar los fines de semana, pero sólo lográbamos ver su interior y el mural por fuera, desde las ventanas, pues el lugar permanecía cerrado.

    Luego de que dimos vuelta a la casa de las flores, llegamos al restaurante, mi mamá se intentó asomar por las ventanas para ver el mural, pero las cortinas estaban lo suficientemente cerradas como para no ver absolutamente nada del interior. Avanzamos hacia la entrada decepcionadas del intento, pero encontramos la puerta abierta y gente afuera del restaurante. Mi mamá, sin pensarlo, entró al lugar y nos llamó para que entráramos también. Las personas que estaban afuera se nos quedaron viendo, pero a mi abue y a mí no nos importó y entramos también. Ahí estaba, el gran mural de Tlaloc. Al poco tiempo de que entramos, entró un señor, yo volteé y le sonreí apenada por la manera en que habíamos entrado. El señor, con un dejo de interrogación, preguntó -¿están viendo el mural?-, pero como mi mamá y mi abue estaban mirándolo atónitas yo comencé con la explicación:

    -Este lugar es muy especial para nosotras y el mural aún más…mi abuelita estuvo en el momento en que lo pintaron…¿ve a la niña del vestido rojo? Ella era mi tía, al pintor le llamó mucho la atención su belleza y le pidió a mi abue que mi tía posara para la pintura-

    El señor sonrió y nos contó que el niño que también aparece en el mural ha ido a visitar el lugar. El señor con quien estábamos platicando es el hijo del dueño del restaurante y nos comentó que él era muy pequeño cuando el pintor hizo el mural. Luego le preguntó a mi abue sobre lo que había pasado con mi tía, mi abue respondió, -ella estudió la carrera de contabilidad y tenía un despacho muy exitoso, pero desgraciadamente murió hace dos años de cáncer-. El señor, sorprendido de lo que mi abue le dijo, comentó lamentoso, -cuando vino a visitar el lugar el niño, que aparece también en el mural, que ahora ya es todo un señor, me dio gusto verlo y saber su historia. Ahora, también me da gusto saber de la historia de la niña del vestido rojo, lo que me da tristeza es no haberla podido conocer de grande…-.

    Cuando salimos, el señor nos dijo que podíamos volver cuando quisiéramos, que sólo tocáramos la puerta. Nos sentimos muy felices de haber podido ver a mi tía en el mural y de poder recordarla en su mejor época, cuando aún no sabía lo que la vida le deparaba y cuando sus sueños aún estaban por cumplirse.

“Tía, siempre recordaré tus luchas, tus sonrisas y tu corazón para ayudar a la gente, pero sobretodo, siempre recordaré el amor que siempre nos tuviste como hija, como hermana, como madre, como esposa y como mi tía. En mis sueños te veo, en mi corazón te tengo y en mi mente siempre te recuerdo…descansa en paz, ya estás con Dios…” (en honor a Norma Cortés Peralta (1955-2009))