Jeune fille au pair: Capítulo IV: De lo que sucede con la mamá y de la experiencia de mis amigas au pair

23.08.2016 19:39

por Sarahi Fuster

 

Vi que la mamá se había encerrado en el cuarto de lavado. Era la primera vez que veía sus hábitos luego de haber trabajado varios vuelos durante ese periodo. Yo imaginaba que ella regresaría con jetlag (mal del horario) y muy cansada. Los niños estaban afuera con el papá sacando las maletas del coche. Yo no quise quedarme en la sala y entré a mi cuarto un poco aburrida a esperar que todo se normalizara y pudiera platicar con ellos de sus vacaciones. Subí a la sala de estancia y la puerta del cuarto de lavado estaba abierta, de reojo pude ver que toda la ropa que yo ya había lavado, planchado y doblado estaba tirada por todos lados del cuarto, en ese momento no entendía muy bien lo que estaba viendo, lo primero que pensé es que había habido algún malentendido. Fui rápido a buscar a la mamá para saludarla y avisarle lo de la ropa. Cuando la encontré, estaba acomodando la cobertura del jacuzzi que estaba en el jardín. Yo le ofrecí mi ayuda y entonces ella volteó a verme, tenía los ojos cansados y enrojecidos como si hubiera llorado. Me dirigió una sonrisa muy forzada y no aceptó mi ayuda. En ese momento aproveché de avisarle que ya toda la ropa estaba en orden y limpia para que ella pudiera estar tranquila y descansar. No me contestó nada al respecto, rió de forma apenada y me agradeció. Minutos después regresó al cuarto de lavado y se encerró de nuevo.

 

En la noche, durante la cena le ofrecí mi ayuda para preparar la comida pues se veía muy cansada y yo no estaba haciendo nada de provecho salvo jugar con los niños. Me hablaba de forma un poco golpeada y me sonreía forzadamente. Hacía comentarios irónicos sobre lo que habrían comido los niños en su ausencia y les preparó una cena rica en carbohidratos: pasta con leche, pizza y cereal azucarado. Después de la cena me fui desconcertada a mi cuarto. No entendía el comportamiento de la mamá y pensaba en que sólo sería mi imaginación o que sólo estaba cansada.

 

Mis amigas au pair

 

Por fin tuve un tiempo para ver a mis amigas que también trabajaban como au pair. Cuando nos reuníamos platicábamos sobre nuestras aventuras con las familias y los niños. Me di cuenta que cada una tenía distintas actividades que dependían mucho de cada familia. Había quienes trabajaban por horarios impuestos, mientras que otras trabajaban todos los días sin descansar. Unas cuidaban sólo a los niños y otras los cuidaban y también hacían el quehacer de la casa. Las pagas variaban mucho también. Una de las historias que más me impactó fue la de una au pair mexicana, gran amiga mía. Sofía había cambiado de familia en tan sólo una semana de haber estado con ellos. En esencia le dijeron que no la podían aceptar porque, según ellos, no sabía manejar, aunque ella manejaba a la perfección. Para ella fue difícil pues estando en un país lejos de su casa, haber hecho todo el papeleo de la visa, haber tomado la decisión de irse y dejar todo, no es fácil ser despachada de esa manera y mucho menos por un pretexto tan banal como ese. Lo curioso es que después fue aceptada por una familia inglesa con quienes tuvo que manejar un coche inglés, con el volante del lado derecho, lo cual probó aún más su competencia para conducir. Otras au pair llegaban a contar que la mamá las tachaba de ladronas cuando las cosas de la casa desaparecían. Otras platicaban que los niños las tomaban como analfabetas por no hablar bien el francés. Todas nosotras como au pair teníamos una carrera profesional en nuestros países, con experiencia de varios años y aún así había muchas familias que las trataban como si no fuera así. Teníamos otra amiga mexicana que había sido au pair en el pasado, todas solíamos refugiarnos en ella pues era la más experimentada en el ámbito au pair y nos comprendía y aconsejaba de la mejor manera. Ella nos contaba que había cambiado varias veces de familia porque cada una tenía hábitos extraños y ella no lograba adaptarse, decía que había sido una de las experiencias más difíciles en su vida.

 

Los aguacates y las tortillas

 

Luego de que la mamá se había portado así aquel día, a la mañana siguiente me regaló un ramo de flores y pulseras. Siempre que regresaba del súper me compraba muchos aguacates, muchas tortillas, litros de leche de soya, frijoles y cebolla, pues eran cosas que ella observaba que me gustaba comer. La mayor parte de las veces no acaba de comerme todo lo que me compraba. Comía dos aguacates mínimo al día para no desperdiciar, pero no era suficiente para lograr acabarme todo eso. Cada semana que se echaba a perder ya sea los aguacates o las frutas, o la leche, ella se molestaba un poco y me hacía comer a la fuerza lo que quedaba. Diario me preguntaba si me gustaban los postres, a lo que yo le respondía que no estaba acostumbrada a comerlos después de comer y le explicaba que era muy común comer gelatina en México, pero que sino prefería no comer nada y le agradecía su interés por darme gusto. Diario, sin excepción, me ofrecía un postre, muchas veces yo aceptaba por respeto, pero cuando no llegaba a aceptar ella me obligaba a comerlo. Para que no hubiera malentendidos, yo le explicaba una y otra vez el porqué no muchas veces aceptaba el postre, pero no surtía efecto y al día siguiente volvía a hacerlo.

 

Comencé a alejarme de la mamá y el papá y a estar aún más con los niños. Durante las comidas ya no conversábamos mucho y si lo hacíamos era sólo con el padre, pues él había vivido un tiempo en México y comprendía mis costumbres.

 

A los tres meses de estar con la familia caí enferma del estómago. En cuanto la mamá supo que estaba en malas condiciones, me dijo que me quedara en mi cuarto a descansar para aliviarme. Como mi cuarto estaba en la planta de abajo, para poder comer algo tenía que subir a donde estaban ellos. En mi primer intento por subir la mamá bajó pronto las escaleras cuartándome el paso...

 

 

Continuará...