Introspectiva al comportamiento mexicano
por Sarahi Fuster
Se abren las puertas del metro y multitudes de personas entran corriendo y salen corriendo empujándose las unas a las otras. De entre la multitud, dos mujeres cargando bebés, un viejito con bastón y una mujer discapacitada. Todas las personas que pueden sin ningún problema correr, hacen a un lado a los demás para lograr su objetivo: irse sentados en el trayecto.
De los que van sentados, varias mujeres jóvenes y uno que otro hombre ocupando los asientos de discapacitados, todos ellos dotados, gracias a Dios, de fuerza y salud para poder llevar una vida tranquila. De los que van parados, muchos de ellos hombres y mujeres jóvenes, y por supuesto, las dos mujeres cargando bebés, el viejito con bastón y la mujer discapacitada. Un joven de aproximadamente 18 años, valientemente se levanta y le sede el lugar a una de las mujeres que va cargando a un bebé. Los demás que van sentados, muchos de ellos cierran los ojos y se duermen durante el trayecto, cómodos, sin cargar nada y disfrutando de una hermosa siesta.
El escenario irracional que se ve a todas horas en el metro de la Ciudad de México, hay quienes lo interpretan como el "folclor de los mexicanos". Para cualquier persona dotada de racionalidad, humildad y empatía, no se trata de "folclor", sino de "individualismo" y falta de consciencia por parte de los ciudadanos mexicanos. Ni siquiera puedo decir que se trata de falta de educación, educación la hay, empatía estoy segura de que la hay también, más bien es ese egocentrismo que el mexicano lleva desde el nacimiento, desde que su madre lo pone entre sus brazos y le dice "llevas la torta bajo el brazo". Y qué decir de la denigración entre nosotros y nuestra manera de valorarnos: mientras más tienes y más representas materialmente, más vales; y mientras más extranjero seas y luzcas, también más vales.
Desde esas pequeñas malas costumbres que tenemos los mexicanos se puede visualizar la manera en que nuestro país es manejado, así nos quejemos mil veces del presidente tan incompetente que tenemos (omito su nombre porque no me vayan a censurar los del gobierno). A muchos seguramente les da risa lo que estoy diciendo, y lo digo para aquellas mujeres que por ir sentadas en el metro al lado de su novio, esposo, amante o lo que sea, no lo motivan a que dé el asiento a quienes lo necesitan. No le veo la gracia, al contrario, me da pena la manera en que nos tratamos entre nosotros mismos. Por otro lado tenemos a los ambulantes que entran gritando al metro, o que te empujan para vender su mercancía de manera ilegal, o a los ambulantes que entran vendiendo discos y que te ponen la bocina a todo volumen en los oídos sin importarles si te hacen un daño. Y volvemos a lo mismo, puro "individualismo".
¡Ay mexicanos! tan alegres, tan fiesteros, tan amables con los extranjeros, pero tan poco amigables con los compatriotas. Y entonces, viene el futbol en junio, ¿qué tal? a olvidarnos aún más de nuestros asuntos, de nuestros deberes como ciudadanos, de la situación tan pobre en la que vivimos, de aquellos que trabajan día y noche por mantener a su familia, de la propia familia, y por supuesto...de Dios.
Y si mencionara todo lo demás que se puede ver en el metro, jamás acabaría, y peor aún, si mencionara todo lo demás que se ve fuera del metro, en los parques, en las instituciones de gobierno, en las empresas transnacionales, en la susodicha "socialité" (que de cultos y educados no tienen ni lo más mínimo, empezando por el acentito fresa que los caracteriza, pero pésima ortografía y falta de bagaje en su propia lengua, sin mencionar su altanería en sus acciones con los demás), al manejar, en la propia casa, etc.. Tan llenos de cosas materiales y tan vacíos del corazón. Pero cuando estamos en problemas, cuando nos hace falta dinero, cuando estamos tristes, entonces sí nos acercamos a Dios y le pedimos las perlas de la vida, y le prometemos ser mejores, pero en cuanto estamos bien, otra vez, a ser los mismos de antes, tan banales y ególatras.
Si queremos que nos valoren, no empecemos por mostrar nuestra riqueza material, al final, cuando muramos, eso no nos va a salvar. Por el contrario, lo que llevamos en nuestro corazón, nuestros actos de amor hacia los demás y hacia a Dios, la ayuda que brindemos al prójimo, nuestra humildad, la fe, todo eso y más nos podrá salvar. Yo creo que tiene mucha lógica, tan sólo hay que pensar en cómo nos sentimos cuando compramos ropa, la emoción dura unos instantes y luego se va; en cambio, cuando ayudamos a un amigo, o incluso a alguien que no conocemos, la alegría y plenitud perdura para toda la vida, esa sonrisa que nos dan a cambio de nuestra ayuda vale más que todo el dinero del mundo.
Sé que todo lo que estoy escribiendo es una crítica (y habrá muchos que se molesten, una disculpa), y se los aseguro, no sólo es una crítica a los demás, sino también a mí misma, por pensar en algún momento que la felicidad se hallaba en el estatus económico a nivel social, y aún me es difícil no pertenecer a este sistema consumista, porque si no lo haces te mueres de hambre y haces que mueran de hambre quienes están contigo. Pienso que librarse de esta mentalidad vacía hacia el materialismo es difícil, pero no imposible. Si más personas se unen a dar amor en lugar de cosas materiales, a valorar a partir de quienes somos en lugar de por lo que tenemos, las cosas podrían cambiar mucho. Se los digo de corazón.