El primer segundo de vida

26.08.2011 13:10

Por Sarahi Fuster

     El primer segundo que pasa después de despertar es un tiempo de calma, aún no sabes si aún sigues inmerso en el sueño o si el día está por comenzar. El corazón se empieza a acelerar, los ojos se entreabren y perciben el primer rayito de luz. El cuerpo toma consciencia de las sábanas que lo cubren y la respiración se vuelve más continua. Mueves la cabeza boca arriba, como para asegurarte de que realmente estás despierto y sigues en el mundo. La realidad cobra vida, la cara relajada comienza a tomar forma de los problemas que dejaste el día anterior. Milimétricas gotitas de sudor aparecen en la piel para advertirte de lo tarde que ya es y de los pendientes que tienes por hacer. Aquel sueño de anoche se borra de la mente, aquel sueño que pudo haber sido hermoso e inolvidable simplemente se va de la realidad. Al incorporarte sobre la cama, piensas unos segundos en si deberías poner los pies en el suelo o recostarte de nuevo para no saber más sobre el futuro, pues sabes que lo incierto te da miedo. Decides poner los pies en el suelo y levantarte, el mundo da vueltas y tus ojos aún no se abren por completo. Te detienes de los muebles para impulsarte hacia el baño. Sabes que debes ver tu cara frente al espejo, tal vez lo haces para darte cuenta de que un día que pasa es una arruga más, una imperfección más o una cana más. Prendes la luz del baño y dudas en acercarte al espejo, puede que tu rostro esté peor de lo que imaginas, a veces yo misma me salto ese paso y me desnudo para bañarme y para ver solamente mi cuerpo, el cual seguramente me dará pistas de cómo está mi cara. Las primeras gotas que caen sobre tu cuerpo desnudo provocan la aceleración de la circulación por lo que se oxigena y abres más los ojos de manera automática e instantánea, a veces la respiración se entrecorta. Mientras te bañas no te das cuenta de los pasos que sigues para limpiar tu cuerpo, tienes tantos problemas por resolver que todos te atacan a la mente, como si fueras un burócrata tratando de resolver los asuntos de millones de personas. Cuando sales del baño, por fin organizas la maraña de pensamientos que te atacaron durante el baño, a veces te quedas enrollado en la toalla, cansado de no poder resolver nada en el momento.

     La primera decisión entra en juego: ¿qué te pondrás de vestir? Algunas veces la ropa que escoges habla mucho del humor en que estarás durante el día o del humor con el que te despertaste. Si escoges blanco, si escoges negro, si escoges pantalón, si escoges vestido, si escoges falda, no importa qué, pero debes escoger algo. La ropa pegada al cuerpo aún húmedo es la experiencia más rica del momento, es como si los ángeles cubrieran tu cuerpo de una armadura que te protegerá durante el día y si hace frío la experiencia es aún más placentera.

     Luego piensas de nuevo en los pendientes, en los enfados del día anterior, en lo que le dirás a tu jefe de pretexto, en lo que comerás, en el tráfico, en la lluvia, en lo que pasará, en lo que pasará, en lo que pasará…Ya que llenaste tu maleta mental y tus cosas ya están preparadas, te acercas a la puerta principal, a esa puerta que se abrirá sólo para aventarte al ruedo de la vida diaria. Antes de abrir la puerta, revisas que todo lo que necesitas para la batalla esté contigo…giras la perilla…abres la puerta…miras alrededor…observas a las personas, a los coches, a la naturaleza, a la contaminación, al ruido, a la luz, a la vida, al miedo, al mal, al bien, a la incertidumbre…a la realidad…