El perdón
Por Sarahi Fuster
Hace poco me contó mi abuelita la historia de una mujer que me llegó mucho al corazón, pero me hizo reflexionar sobre el perdón. ¿De verdad estaríamos dispuestos a perdonar a alguien que nos lastimó y aún más a nosotros mismos?
La mujer de la que me habló mi abue hace limpieza de casas y vive en un pueblito de Toluca. Ella es una mujer ejemplar y entrega su corazón a las personas que quiere. Mi abue y la familia la conocimos porque ella hace la limpieza de la casa de mis tíos. Hace dos años mi tía enfermó de cáncer y ella la cuidó tal como si fuera su propia hermana e incondicionalmente hasta que murió, a pesar de que tiene dos hijas que cuidar. Hace poco me dio la curiosidad de saber su historia así que le pregunté a mi abue.
Para contar la historia, le pondré otro nombre a esta persona. Bueno, “Yolanda”, se casó hace unos años y tuvo dos hijas. Ella se casó muy enamorada y esperaba que todo saliera viento en popa. Años después de que nació su segunda hija, su esposo las violó. Como Yolanda siempre ha sido muy trabajadora, nunca estaba mucho tiempo en casa así que no se daba cuenta de lo que pasaba, hasta que un día la niña más grande se lo confesó. Después de eso Yolanda demandó a su esposo por violación a menores y él estuvo en la cárcel por un tiempo.
Cuando mi abue me contó la historia, me dolió mucho y me impactó porque jamás se me hubiera ocurrido que semejante cosa le hubiera pasado a Yolanda, yo siempre la he visto muy fuerte, muy sonriente y muy trabajadora. Luego me pregunté si yo estando en su lugar perdonaría a ese hombre, ¿tendría el valor de perdonar sus acciones y de perdonarme a mí misma por no haberme dado cuenta?
En la biblia se habla del perdón cuando un discípulo le pregunta a Dios “¿Maestro, cuántas veces he de perdonar a mi hermano? ¿Siete veces?” y Jesús le contestó “siete veces no, setenta veces siete”. Perdonar es un don que Dios nos dio, es un proceso muy complejo, pues el perdonar no significa borrar el mal hecho, o darle la razón al responsable, o peor aún, quitarle la responsabilidad al ofensor, perdonar es ofrecer nuestra “buena voluntad” al responsable y al mismo tiempo dejar que la herida sane. El perdón significa entregarle a Dios el dolor del mal hecho para que Él lo sane y para que nosotros podamos continuar con nuestras vidas felices.
Pero ¿qué pasa cuando eres tú el responsable o el ofensor? El proceso es igual, cuando aceptas y sabes que fuiste tú quien lastimó a una persona, debes pedir perdón a Dios, pero también tú mismo debes perdonarte. Uno no puede continuar la vida cargando con culpas en la espalda, tampoco digo que por perdonarte no te pasará nada después del mal que hiciste, claro que esa mala acción tendrá su resultado, pero al menos sabrás cómo pararte ante tal situación y enfrentarla.
En el Padre Nuestro dice “perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor lo acontecido y seguir adelante.
“PERDÓN ES LA FRAGANCIA QUE LA VIOLETA SUELTA, CUANDO SE LEVANTA EL ZAPATO QUE LA APLASTÓ”. (MARK TWAIN)