Diversión en una tesis
por Sarahi Fuster
Llega el día en que te gradúas de la universidad, por fin pasaste todas tus materias, te matas durante cuatro a seis años de tu vida sacando una carrera para “ser alguien la vida”. El último día de clases, que por lo general está lleno de exámenes, por la noche sales con tus cuates a festejar a un bar o a un antro y le presumes al mundo que por fin saliste de la universidad. La realidad regresa cuando el lunes vas a la escuela para que te den tu carta de pasante, sí, carta de pasante, leíste bien. Sí, ya te graduaste, ¿y?, ¿lo demás? aaaaaaaa sí, olvidaste que todavía te falta sacar tu título.
Pasa un mes después de que te graduaste, descansas, luego pasa otro mes y decides buscar trabajo. Por fin encuentras un trabajo que más o menos va a tu medida porque sabes que con una carta de pasante no podrás conseguir algo mejor. Así va pasando el tiempo y tus papás te mandan a llamar: “Hijo, necesito hablar contigo. Sabemos que ya tienes trabajo y estamos orgullosos, pero…pero…¿y tu título?”. Tú sólo puedes responder: “eeee, grmm, eee, sí, ¿qué?, ¿el qué? aaa el título, sí…pues ya que me acople a mi nuevo trabajo, me titulo”. El tiempo sigue pasando, ya te acomodaste en tu nuevo trabajo y sigues pensando que te hace falta algo, pero lo sigues posponiendo. Llega fin de año y te propones tenerla para el próximo, ¡en hora buena! Comienzas a escribir tu proyecto de tesis, pasas de un tema a otro buscando el indicado, ya que lo acabaste, lo entregas a la escuela para que te lo autoricen…¡problema! el tema no sirve como herramienta, no tiene ni pies ni cabeza, llegas a tu casa a golpearte en la cabeza para poder pensar en otro. Pasa otro mes y lo entregas. Sucede que el anteproyecto tiene un buen tema y te lo aceptan pero con 80,000 errores que debes corregir. A partir del día en que te aceptan tu anteproyecto es como si firmaras tu contrato a desvelarte por las noches, volverte ratón de biblioteca, dejar de salir, escribirla a escondidas en tus horas de trabajo, asediar asesores, etc., etc., etc. En los meses posteriores, el primer teléfono que sale en tu registro del celular es el de tu asesor o asesora. Lo cierto es que tu asesor es quien te va a dar tooooodas las claves que necesitas para terminar tu tesis (apréndete muy bien eso), así que aguantas hablarle todos los días hasta que por fin conteste, después aprendes a que hablarle de distintos números de teléfono te ahorra meses. En cuanto a los días en que ves a tu asesor, esos son otra historia. Cada que tu asesor te revisa la tesis salen errores, más errores y más errores, es como si jamás tuvieran fin, algunas veces ¡hasta tu mismo asesor te corrige cosas que el mismo te pidió que hicieras! Al cabo de un año de hacer el trabajo, descubres que ya son sólo pocos errores los que tienes que pulir. Vienen las vacaciones de diciembre y esperas a que tu asesor te de la autorización para, por fin, presentar el examen profesional. Ya que te autorizan la tesis resulta que antes de imprimirla, la revisas y salen más errores y te tardas ooootraaas dos semanas más para revisar que todo esté bien.
Ahora tienes que buscar quién te encuaderne tu tesis, sí, no creas que todo termina con la autorización de la susodicha. Sales a la calle a buscar al mejor postor para que te la imprima con la mejor calidad. Cuando ves tu tesis encuadernada, la tomas entre tus manos, observas cada detalle del color, la hueles, la abres con cuidado y suspiras, llenas los pulmones de aire hasta el tope, como indicando que estás orgulloso de ti mismo.
Un día antes del examen profesional sientes como si flotaras, no sabes si reír, descansar, ver la tele, llorar o esperar pacientemente al siguiente día.
Esperen, esperen, esperen, no todo es tan malo en una tesis, no dejen de leer, voy a hacer un paréntesis en la historia, antes de llegar al gran final, debo mencionar que cuando uno hace su tesis, hay muchas personas involucradas empezando por tus maestros, quienes te dieron todo el conocimiento suficiente para que pudieras reunir la información. Tu asesor, que aunque no siempre te contesta el celular, te da santo y seña de lo que debes hacer, te guía al final del proceso como un jedi a un padawan. Si trabajas, tus jefes te dan la oportunidad de ir a tus asesorías y algunas veces te ayudan con información. Tus padres y tu familia que te alientan a seguir adelante. Si tienes una pareja que siempre está a tu lado, es quien más va a estar ahí en todos los momentos diciéndote “sé que puedes, no te rindas, aquí estoy a tu lado” y no sólo te apoya con palabras, sino que de verdad te acompaña hasta el día del examen y aguanta que digas la palabra tesis unas 1000 veces al día. Tus amigos, esas personas que te empujan en todo momento para que no te detengas ante nada. En fin, todas aquellas personas que te siguen en esos momentos tan importantes de la vida.
Cuando llega el día del examen, momentos antes volteas hacia el cielo y agradeces a Dios por haberte dado una oportunidad tan valiosa y por haberte indicado el camino adecuado. Los sinodales entran…y todo el tiempo que pasaste realizando la tesis se resume en un par de horas y en dos litros de sudor de las manos. Una de las preguntas que más recuerdo del examen es “¿qué te dejó la tesis personalmente?” la cual por cierto me costó mucho trabajo contestar, pero ahora que lo he pensado bien, tal vez podría decir que me ayudó a saber reunir cada elemento de mi vida, es decir, personas, conocimientos, experiencias, lugares, libros, todas esas partes de la vida que no siempre visualizamos están impresas en esa tesis. La realización de un trabajo así te ayuda a valorar muchas cosas de la vida, sobretodo te ayuda a sentirte orgullosos de poder aportar un poco de ti a la sociedad.
Si eres de los que aún están posponiendo esto, ya no lo hagas más, de verdad vale la pena intentarlo, no sólo por obtener un título, sino por lo que conlleva obtenerlo.