La misteriosa navidad de la tarjeta de las flores rojas

26.12.2015 10:35
por Valery Fuster
 
Hacía frío y caminábamos por aquellas calles empedradas. A nuestro alrededor se levantaban los pequeños edificios antiguos adornando la ciudad a través de todos los caminos que llevan al lago. Un vagabundo se paseaba sin rumbo, sin dirección, sin nada, no tenía más que la mirada puesta en quienes acabábamos de pasar navidad en casa, se podía ver su añoranza por poder tener aunque sea un pedacito de nuestra vida. Era de madrugada y mi amiga y yo íbamos de regreso a casa, platicábamos sobre las ironías de la vida y sobre lo oscuro que puede ser el amor cuando en verdad no es amor. El olor de las calles humedecidas por el paso del lago entre las mismas se conjugaba con nuestra caminata, nuestra plática y nuestra aventura en una navidad sin igual, lejos de casa, lejos de la comodidad de la familia, fuera de todo límite mas que el impuesto por nosotras mismas, quizá por Dios. Las luces de los árboles decorados nos abrían el paso entre las bellas calles de la Annecy antigua, llena de tantas historias de todos los que hemos atravesado sus corredores. Tenía suerte de estar caminando en ese preciso instante, acompañada de alguien, de una amiga que podía entender mi idioma, mi lenguaje, mi vida en paralelo con la suya en un país que era un mundo distinto al nuestro.
 
Hicimos una pausa a nuestra plática sobre el amor y sus artimañas cuando a nuestro paso apareció aquella imagen de una flores rojas, por un instante pensamos en pasar de largo y no prestarle atención, sin embargo aquella tarjeta guardaba un misterio que debía ser resuelto. Sin más me vi resuelta a levantarla, inundada de curiosidad y un deseo por encontrar magia en donde no existía, por encontrar una historia en donde no la había. Aprecié la tarjeta del exterior, observé aquellas flores rojas, las toqué y con mucho cuidado la abrí para descubrir las palabras escritas en su interior. Me preguntaba porqué alguien dejaría tiradas unas palabras en medio de la nada, sin respuesta, aunque era claro que la respuesta era esa misma, dejar esa tarjeta susceptible a ser encontrada por no sé quién, a ser interpretada como sea que fuera interpretada. Muy en el fondo deseaba ser yo misma la destinataria, pensaba en lo que yo si hubiera respondido y apreciado en la misma, aunque sin dejar de lado que a veces reaccionamos de maneras revoltosas ante cosas que no podemos solucionar, tal vez este era el caso de la respuesta, era posible que fuera una respuesta despechada, llena de odio o simplemente un despiste.
 
Suspiré, cerré la tarjeta, miré de nuevo las flores de la portada, las toqué y de inmediato la guardé en mi bolsa. Esa tarjeta al menos iba a tener un destinatario…MIS PALABRAS. Y ahora será apreciada, no sólo por una sola persona, sino por todos quienes lean esta historia. Aún no sé cuál es la trama de la misma, y, aunque me agradaría mucho saber su trasfondo e investigarla, prefiero darle una historia yo misma y que cada uno de ustedes le de la suya.
 
 
P.d.: Julien, en donde quiera que te encuentres, tus palabras serán leídas, tu mensaje será visto, será pensado y apreciado.

 

“1000 bisous a toi aussi Julien. Bon Noël”